viernes, 27 de noviembre de 2009

GEOGRAFIA POLITICA DE RATZEL EN MEXICO

Durante las dos primeras décadas del siglo XX se vivieron en México años de tensión política a causa de la lenta caída del gobierno dictatorial del general Porfirio Díaz y los sucesos de una prolongada lucha armada revolucionaria entre las fracciones políticas. El clima de cambio y transformación, de incertidumbre sobre el futuro del país, motivó la elaboración de numerosos trabajos históricos y sociológicos, buscando aportar propuestas para la reconstrucción del estado nacional. En esta línea se inscriben, entre otras, México: su evolución social obra colectiva coordinada por Justo Sierra , Los grandes problemas nacionales de Andrés Molina Enríquez, y La reconstrucción de México de Salvador Alvarado.

En estos estudios, encaminados al examen de los grandes problemas sociales, como la integración indígena, la tenencia de la tierra, la educación del pueblo, el burocratismo y la corrupción de la administración pública, el territorio fue considerado, a través de una serie de premisas, el elemento clave, base de las propuestas de la reconstrucción del estado nacional. Con una visión utilitaria del territorio, mediada por los paradigmas del progreso técnico y la civilización, los autores coincidían que el objetivo central de cualquier proyecto de Nación debía estar dirigido a la movilización de la riqueza natural del territorio. En este contexto histórico fueron recogidas las ideas de la geografía política de Ratzel, elaboraciones ratzelianas de espacio, suelo, situación o posición, fronteras, estado orgánico, subyacen en estas obras; asistiéndose con ello a una revalorización del territorio.

Así, Salvador Alvarado señalaba, que México era un país con enormes riquezas contenidas y producidas por su suelo, pero a causa del descuido o el desconocimiento permanecían inertes, en peligro de absorción; en tono ratzeliano escribe: “...las naciones [poderosas y vigorosas] han desarrollado en la época moderna un tipo de actividad que consiste en la expansión de las energías sobrantes en su suelo.” (Ibidem; t. I, 339); fortalecimiento del Estado, fronteras, seguridad y soberanía son temas recurrentes en las obras.

Tomando como referente, las observaciones hechas por Ratzel, sobre los Estados Unidos, todos los autores compartieron la idea que el país, en relación al exterior, tenía una posición geográfica y política excepcional, que “México [ocupaba] la situación geográfica más ventajosa que cualquier otra nación del mundo”. Situada entre dos océanos y por su posición media en América, estaba “llamada a ser una nación esencialmente marítima y mercantil”, especialmente cuando se asistiera a uno de los grandes acontecimientos del siglo XX, la conclusión del ferrocarril interoceánico de Tehuantepec (Aragón, 1901; 18); a partir de esta idea las fronteras marítimas, zonas costeras e islas adquirieron un valor estratégico de primer orden.

Con una visión de carácter geopolítico Molina Enríquez toma las ideas de Ratzel y señalaba que la posición geográfica del país era excepcional, por tres circunstancias: por encontrarse en el continente americano, en la región ístmica del mismo y entre dos naciones asimétricas, Estados Unidos y Guatemala (Molina, 1909; 308), por tanto, estimaba necesario considerar la política exterior en tres planos: continental, ístmica y vecinal. Pero sus ideas van más allá, a partir del análisis de las condiciones que ofrecían los diferentes medios naturales del territorio propone una serie de grandes lineamientos para la defensa material de la Nación (Molina, 1909; 300-306). Una propuesta de estrategias militares, muy originales en su época, donde visualizaba a la geografía nacional como un instrumento para la defensa de la soberanía.

Sostiene que “la existencia de todos los seres orgánicos en la creación, esta enlazada estrechamente con la naturaleza del territorio que ocupan. Muchos de esos seres, como sucede con todos los del reino vegetal, están inmediatamente sujetos al suelo” . De las circunstancias de la adaptación de los grupos humanos a las distintas zonas que habitaban, explica la variación de los grupos y el grado de desarrollo evolutivo alcanzado. Apoyándose en el determinismo biológico llega a la conclusión que “cuando la selección avanza dentro de una misma zona, las unidades del grupo llegan a adquirir tan poderosas condiciones orgánicas, [y a aumentar su densidad] que le es dable hacer el esfuerzo de traspasar los límites naturales de esa zona para invadir las zonas adyacentes” .

Con estas ideas argumenta que en nuestro país la zona de sustentación primordial que nombra como la zona fundamental de los cereales comprendía la Altiplanicie central y una parte de la del sur, que de acuerdo con sus características geográficas era la más adecuada para la agricultura de cereales como el maíz y el trigo. Señala que “su producción históricamente ha sido importante, en cantidades suficientes para abastecer el consumo de toda la República y por lo mismo es la zona productora de población” ) A partir de estos supuestos establece a la zona fundamental de los cereales (productora de alimentos y población) como la zona más avanzada del país, la cual con una política territorial específica, tendería progresivamente a la expansión y dominio de las restantes zonas del país. Molina considera a la zona de los cereales como el espacio vital de México, cuyo crecimiento incorporaría, de forma natural, a los espacios yermos e improductivos del norte del país.

De aquí su interés por elevar la producción agrícola de la región central, y con ese objetivo propone una serie de acciones: la adecuación del régimen de tenencia de la tierra, la titulación notarial de las propiedades y el otorgamiento de créditos territoriales, las cuales favorecerían la irrigación de las tierras. La irrigación en beneficio del rendimiento agrícola y de la expansión de los cultivos, pensada como una gran obra de ingeniería con el propósito de extender la zona fundamental de los cereales, del centro hacia el norte del país. En estas tres acciones estaba la solución, en sus palabras, para “ligar y dominar” el territorio nacional, de asegurar el crecimiento y por tanto el desarrollo y fortalecimiento del Estado.El autor entiende la organización del territorio como un proceso natural, de tipo biológico, donde la sociedad en una relación “armónica” queda subordinada a la naturaleza, porque el hombre como un ser esencialmente biológico es parte integrante de ella. Molina Enríquez contempla al medio ambiente físico como una totalidad en el sentido de un entorno natural resultado de la interacción dinámica de sus elementos, del suelo, el aire, el agua y la vegetación. Un medio con dinámica propia y cuyo ritmo, solamente en el caso de las zonas templadas productoras de los cereales, podía ser modificado hasta cierto punto por la acción humana; en las zonas de alta temperatura y humedad el poder de la naturaleza, argumentaba, era superior al del hombre y las sociedades se convertían en esclavas del medio.

A pesar de que habla sobre “dominar al medio” duda sobre la capacidad de los grupos humanos para modificar o transformar a la naturaleza. Para Molina Enríquez los problemas de orden geográfico del territorio se reducían al clima -a la distribución de las precipitaciones y a las extensas áreas de elevadas temperaturas y humedad- porque a pesar de señalar que los relieves abruptos y elevados presentaban una serie de “inconvenientes” para el comercio y la agricultura, reconoce que como barreras naturales habían impedido la dispersión de las agrupaciones humanas, y ejercían una “función favorable” en la integración social, debido al aislamiento relativo en el que vivían.

La obra de Molina Enríquez constituye una interpretación de la relación sociedad-naturaleza, basada en la dependencia que los grupos humanos tienen del suelo, por la necesidad primaría básica de la alimentación. El vínculo que cada grupo establece con el territorio que ocupa y de las relaciones derivadas del proceso de adaptación en los distintos medios, es lo que explica las diferencias sociales o el grado de desarrollo evolutivo de las sociedades. Sus ideas son semejantes a las de Ratzel quien sostiene que, todo estado se constituye como organismo ligado a una fracción determinada de la superficie terrestre; a través del vínculo ecológico primario que los grupos humanos tienen con el suelo estos pueden subsistir, crecer y eventualmente expandirse, por tanto, el lazo más estable entre la sociedad y el estado es el suelo, de donde la relación de la sociedad con el suelo necesariamente afecta la naturaleza del estado.

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